Hablemos de abonos – Introducción
Un poco de información básica
Partimos de la base de que somos concientes de que, de vez en cuando, debemos añadir nutrientes a la tierra, ya sea en un huerto “normal” o en el nuestro de macetas y jardineras. El problema que tenemos los que cultivamos en macetas es que al regar y perder agua por debajo de las mismas, también estamos lavando el sustrato de nutrientes, por lo que debemos estar más pendientes de los abonos, ya que al fin y al cabo es lo que comen nuestras hortalizas.
Las plantas necesitan básicamente tres componentes básicos: Nitrógeno, Fósforo y Potasio. La mayoría de los abonos que encontraréis en el mercado especifican su composición con los símbolos químicos, o sea con N (Nitrógeno) P (Fósforo) y K (Potasio), seguidos de un porcentaje que varia según la marca comercial y la finalidad para la que está diseñado el abono.
- El nitrógeno contribuye al desarrollo vegetativo de todas las partes aéreas de la planta. Es muy necesario en primavera al comienzo de la vegetación, pero es necesario distribuirlo sin exceso pues iría en detrimento del desarrollo de las flores, los frutos o los bulbos.
- El fósforo refuerza la resistencia de las plantas y contribuye al desarrollo radicular. El fósforo se encuentra en el polvo de huesos.
- El potasio contribuye a favorecer la floración y el desarrollo de los frutos. El potasio se encuentra en la ceniza de madera.
¿Qué abono elegir? ¿Químico o orgánico?
A mi esta diferenciación me hace un poco de gracia… A pesar de ser de letras, pienso que si estamos de elementos químicos que necesitan nuestras plantas, tanto da que el abono sea de origen orgánico como químico. Pero como intento llevar el huerto de manera ecológica, intento ir a parar siempre a los orgánicos y ser consecuente conmigo mismo… Quiero pensar que no tendrá el mismo sabor una lechuga abonada con humus de lombriz que con Nitrophoska (las bolitas azules).
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